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A la drecha del Eresma y la Alameda sobresalía iluminado el monsaterio de Nuestra Señora del Parral;
La Plaza Mayor estaba animada, entre el bullico y la luz;
Sorprendí el nuevo día lumiso y fresco. Me acerqué al Convento de los Carmelitas Desclazos donde reposan (?) los restos incorruptos (y troceados...?) de San Juan de la Cruz.
dejado el Jardín de los Poetas, descubrí el descansillo donde el místico se reponía en su ascenso a la ciudad.
tan cerca de
LA CASA MUSEO DE ANTONIO MACHADO:
Aquella casa era una pensión compartida por varios huéspedes. Se conservan muy bien las estancias. La cocina,
el curiosísimo reproductor grabador sobre pizarra utilizado en las misiones pedagógicas.
Al lado, la cama donde reposaban sus sueños.
Al volver hacia la plaza Mayor me encontré con San Geoteo,
ese impertérrito predicador que, decapitado, con la cabeza en la mano continuó dando muestras de su fe... ¡qué afán misionero! Delante del teatro Juan Bravo, me hice una fotografía con Antonio, con quien no supe coincidir en otra -tan cercana- dimensión que recitando su retrato. Para la torpeza de mis sentidos, él de bronce y el menda de carne y hueso.
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