por su falta de hombría por lloriquear al ser cesado en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Me gusta Arturo por su salida de tono que arrastra una indignación y un cabreo monumentales. Me congratula su implacable manera de afrontar la política de este gobierno y la situación de la cultura española, rematada por ZP. Hay que desenmascarar el refuerzo del statu quo que suponen ciertas "buenas maneras" y el "rasgarse las vestiduras", en una especie hipócrita y de sordo y sórdido colaboracionismo con el poder establecido, por insultos que evidencian calificativos perfectos (insultos reveladores), expresiones que son una sublimación de la pedrada y del alzamiento armado ante el atropello y la vejación de quienes han hecho de la ley y de la democracia una fórmula cómoda de abusar de los ciudadanos sometidos a las mentiras, caprichos y al desprecio de quienes los pastorean.
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