o gallego o vasco o andalú o valencianet, etc. y no español (con ocasión de las declaraciones de Álex Fábregas).
Es increíble, me comenta un amigo, que en vez de celebrar haber llegado al acuerdo de convivencia que es la Constitución, respetando los símbolos de ese acuerdo y reforzándolo periódicamente, haya gente que por debajo, nos esté dando, obsesiva e impunemente, patadas en la espinilla.
Nuestra convivencia sólo se constituye bajo el imperio de la ley, elaborada por los constituyentes que, libres e iguales, se alzan y definen como nación ESPAÑOLA. Gracias a nuestra voluntad de constituyentes, ejercemos la más alta dignidad e identidad civil porque surge, exclusivamente, de nuestra voluntad de convivencia y de excelencia por una ética superior (al margen de que le guste más o menos una identidad cultural u otra. Mal que le pese al independentista o nacionalista, sólo existen civilmente como españoles). Las emociones y los sentimientos de cada uno son de cada uno y nadie los puede controlar. Son múltiples, diversos y, generalmente, mestizos. De lo único que podemos sentirnos orgullosos, agradecidos e identificados, racional y libremente, es por nuestra condición de constituyentes españoles gracias a nuestro amparo en la Constitución Española. Lo demás es barbarie (o ley o navajas). La incidencia en sentimientos sectarios y de un tribalismo reaccionario es un coñazo que debería avergonzar a quienes recurren a él para sentirse alguien. Pero, cuando se jalea para promover la deslealtad debería ser corregido severamente con un buen multazo. Su pernicie daña la convivencia como el peor de los smogs o venenos. Así que, menos contemplaciones con estos gamberros cobardes, que se mearán en los pantalones en cuanto se les pida que se comporten como ciudadanos responsables.
Es increíble, me comenta un amigo, que en vez de celebrar haber llegado al acuerdo de convivencia que es la Constitución, respetando los símbolos de ese acuerdo y reforzándolo periódicamente, haya gente que por debajo, nos esté dando, obsesiva e impunemente, patadas en la espinilla.
Nuestra convivencia sólo se constituye bajo el imperio de la ley, elaborada por los constituyentes que, libres e iguales, se alzan y definen como nación ESPAÑOLA. Gracias a nuestra voluntad de constituyentes, ejercemos la más alta dignidad e identidad civil porque surge, exclusivamente, de nuestra voluntad de convivencia y de excelencia por una ética superior (al margen de que le guste más o menos una identidad cultural u otra. Mal que le pese al independentista o nacionalista, sólo existen civilmente como españoles). Las emociones y los sentimientos de cada uno son de cada uno y nadie los puede controlar. Son múltiples, diversos y, generalmente, mestizos. De lo único que podemos sentirnos orgullosos, agradecidos e identificados, racional y libremente, es por nuestra condición de constituyentes españoles gracias a nuestro amparo en la Constitución Española. Lo demás es barbarie (o ley o navajas). La incidencia en sentimientos sectarios y de un tribalismo reaccionario es un coñazo que debería avergonzar a quienes recurren a él para sentirse alguien. Pero, cuando se jalea para promover la deslealtad debería ser corregido severamente con un buen multazo. Su pernicie daña la convivencia como el peor de los smogs o venenos. Así que, menos contemplaciones con estos gamberros cobardes, que se mearán en los pantalones en cuanto se les pida que se comporten como ciudadanos responsables.
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