(Parirán los montes y nace un ridículo ratoncito). Este aparecer torpón y deslucido, este proceder desabrido y desbravado, tanta esperanza ante el descomunal desastre, avocan a la desesperanza y a la indignación. España no necesita a un viejo funcionario jefe de sección que no quiere líos, cumpliendo rigurosamente sus rutinas, haciendo la vista gorda a los asuntos y atendiendo a las viejas y empecatadas carpetas, como si el tinglado no se estuviera hundiendo, con la ilusión de que ya escampará, sello y a la firma. Rajoy, espabila. Levanta alfombras, persigue delitos, empezando por los de tu partido, con luz y taquígrafos, promueve auditorias y justicia rápida, exige una democracia austera -¡siempre debe serlo!-, desenmascara, limpia, pon zotal en las instituciones, echa fuera lo inútil o vano, impide que incompetentes, intrusos y oportunistas puedan acceder al poder. Da sentido a nuestra voluntad de sacrificio y de convivencia entre hombres libres e iguales amparados en la ley por una democracia eficaz y eficiente. Rajoy, dices que no te temblará la mano a la hora de tomar decisiones. No amenaces y, menos, cuando te tiembla todo el cuerpo desde que fuiste elegido presidente. Rajoy, espabila.
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