sábado, 22 de marzo de 2008

Las siete palabras de Jesucristo en la cruz.

Primera palabra: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc. 23, 33-34).

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Segunda palabra: Yo te aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc. 23, 43).

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Tercera palabra: Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu madre (Jn. 19, 26-27).
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Cuarta palabra: ¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (Mt. 27, 46).
----------------------------------------------------------------------------- Quinta palabra: Tengo sed (Jn. 19, 28).
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Sexta palabra: Todo está cumplido (Jn.20,4).
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Séptima palabra: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc.23, 46).

1 comentario:

Taif dijo...

Las palabras de Jesucristo en la cruz, dispuestas para la reflexión y devoción por Arnaud de Bonneval y, escogidas para la meditación espiritual por Roberto Belarmino, continúan siendo, además de oportunidad para la oración sublime, una fuente "pira", de provocación, información, refuerzo y diagnóstico amable de nuestra condición humana desde una perspectiva radical, se sea creyente o no. Partiendo de la más profunda intimidad y desnudez ante la experiencia última de Jesús de Nazareth, sus palabras pueden estremecer cualquier corazón... Las huellas enormes del quehacer humano nos acercan a las escandalosas cloacas que ocultamos, engañados por las "maravillas del mundo". Que el arrepentimiento del buen ladrón que ha vivido a costa de los demás, con la bolsa de "sus" euros robados, tenga tan feliz e inmediato acomodo, sin tiempo de reparar, compensar y rectificar fehacientemente, nos enrabieta tanto (como cuando contemplamos a los especuladores que todavía se benefician de la ley para vampirizar a los demás) como nos consuela; la perplejidad de una madre a la que le encasquetan un chiquillo de nuestros días con su ipod en las orejas y "orejeras" no es ningún consuelo; la desesperanza puede hacerse más cruel cuando es más ridícula, como cuando nos abandonan los bancos o el desodorante; el abandono de Dios con el desgarro de la contradicción radical de ser impelido a vivir al tiempo que disuadido por el sinsentido, nos proporciona una referencia de esperanza única; la impelencia insiste en la sed buscando otra salida cuando todo está perdido; en ese caso, lo importante es haber cumplido, saberse acatando la realidad con la fe que pomueve la impelencia, la esperanza que dinamiza el enfrentamiento con la realidad y su quehacer y el amor como auntentificación en lo real;y definitivamente soñar que en cualquier momento hemos ido legitimando y haciendo nuestros aquellos versos de la Noche Oscura "quedeme y olvideme, mi rostro recliné sobre el amado, cesó todo y dejéme dejando mi cuidado sobre las azucenas olvidado". Es entonces cuando pueden surgir el corazón y los ojos de niño con su clarividencia y mejor disposición.