el crimen y la arrogancia normalizados hay que ser versallescos, educados y dulcitos. Recuerdo que estando junto a Mari Mar Blanco llevando la pancarta de encabezamiento de la poderosa manifestación en San Sebastián, diciembre de 2003, convocada por las Víctimas del Terrorismo y a la que acudí como colaborador del Foro de Érmua, algunos batasunos y de su especie rompieron en insultos contra la masa de españoles constitucionalistas confesos que habíamos acudido desde todas partes de España. Mari Mar respondió a aquellos canallas con voz potente, improperios como criminales, colaboracionistas, asesinos, fascistas, xenófobos... Algo asustado le dije que "tal vez no debiéramos responder del mismo modo". Del mismo modo no, me dijo, nosotros sí que les podemos gritar la verdad contra sus mentiras y su cobardía. Lo tienen que oir. Es la primera vez que podemos hacerlo en estas calles en las que hemos sido insultados, perseguidos y expulsados. Ensayé, entonces, aquellos gloriosos vocablos resplandecientes de verdad y que mi mente pacata había considerado hasta ese momento insultos y feas maneras de proceder (instalado en una cortesía inmoral y, a la postre, sordamente colaboracionista). Al final, desaparecieron aquellos tipejos de los que decíamos "sin pistolas no sois nadie".
De todos modos, recuerdo el más brillante apabullamiento de la contramanifestación que produjo mi amigo Lizundia contra el piquete procubano que quería ilegalmente boicotearnos (a disidentes cubanos y UPyD). Se anticipó a los gritos de siempre, las conocidas jaculatorias del comunismo rancio y caribeño, con un vozarrón que, junto al Parlamento de Canarias en Santa Cruz de Tenerife, consiguió dispersar a aquel grupo de devotos del cubano "patria o muerte", visto que Lizundia le había quitado el catecismo totalitario y lo había humillado por manejarse con soltura con una más abundante y sabrosa letanía anticastrista como "¡Eliansito o muerte! ¡Socialismo o muerte!..."(Cfr. Begalas del 4 de abril 2008).
De todos modos, recuerdo el más brillante apabullamiento de la contramanifestación que produjo mi amigo Lizundia contra el piquete procubano que quería ilegalmente boicotearnos (a disidentes cubanos y UPyD). Se anticipó a los gritos de siempre, las conocidas jaculatorias del comunismo rancio y caribeño, con un vozarrón que, junto al Parlamento de Canarias en Santa Cruz de Tenerife, consiguió dispersar a aquel grupo de devotos del cubano "patria o muerte", visto que Lizundia le había quitado el catecismo totalitario y lo había humillado por manejarse con soltura con una más abundante y sabrosa letanía anticastrista como "¡Eliansito o muerte! ¡Socialismo o muerte!..."(Cfr. Begalas del 4 de abril 2008).
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