miércoles, 22 de diciembre de 2010

He sido acogido fraternalmente por el Recaudador

quien me acercó al Bodegón Sefardí donde apreciamos sabores de sabiduría antigua y renovadas fruiciones.
Lo había encontrado maltrecho en la Cuesta de la Zorra,
 
donde departimos entre ilusiones y esperanzas, estremecidos los tres por la luminosidad de la tarde sobre la Alameda desnuda, el Monasterio de Nuestra Señora del Parral al fondo. 
Sin saberlo, nos vimos envueltos en la superior complacencia de la razón poética, vibrados por un secreto Espíritu que nos obligaba a mirar al pasado con generosidad y agradecimiento y al futuro con una nueva esperanza.

 

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