discurso de Vargas Llosa, me continúan impresionando, agradecido: Aprender a leer es "lo más importante que me ha pasado en la vida", "Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida" . Pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaron al régimen de Fujimori con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes de Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de África del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Una dictadura representa el mal para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones, demorando la reconstrucción democrática”. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nasca y Paracas y los ceramios Mochicas o Incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el gran Chimú, Chan Chan, Kuélap, Sipán, las huecas de La Bruja, del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora y la lengua recia de Castilla que los andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música, su efervescente imaginación…El Perú, como el aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo.
Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y antológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales”. “Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa, tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir lo posible en imposible”. ¡Gracias!
Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y antológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales”. “Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa, tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir lo posible en imposible”. ¡Gracias!
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