lunes, 14 de marzo de 2011

Las estremecedoras declaraciones de Esther Sáez,

víctima del 11 M de 2004, cuyas secuelas le durarán de por vida, están cargadas de generosidad y perdón a los terroristas, fundada en la profundidad de su fe. Pero, ¿dónde estaba Dios en medio de tanto desastre y de tanta crueldad sobre los inocentes?
Dios estaba allí, conmigo (Cfr. En Confianza de VeO7 y otros).
(El perdón no tiene nada que ver con el colaboracionismo, sino con la mejor disposición para que el asesino repare, compense y rectifique, cosa a la que, a juicio del editor de BENGALAS, deben dedicarse no sólo los etarras sino todos los colaboracionistas, los acogidos al matonismo físico y moral, miradores a otro lado, dialoguetas, beneficiarios y receptadores de sus crímenes con nueces o no).

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