sábado, 30 de marzo de 2013

Timeo Deum transeuntem (Temo a Dios que pasa,

¿y no vuelve más? Hay que aprovechar las oportunidades...). En cualquier caso, siempre hay alguien que alimenta la esperanza de incontables ocasiones, aunque ninguna sea la misma, la Virgen de la Soledad, sita en el altar de la nave derecha de la maravillosa iglesia románica de San Millán, ostensorio único de arquitectura sagrada perviviente. La devoción de la gente rebosaba hasta el atrio del templo a pesar de la lluvia.
La imagen es estremecedora.

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