jueves, 9 de mayo de 2013

Iam hiems transit, imber abiit et recessit,

surge, amica mea, et veni!
(Ayer, día 8 de mayo de 2013, participamos en una bonita ceremonia religiosa, corpore insepulto de nuestra madre Constantina Munera Ruiz). Compartí con todos los presentes la siguiente oración fúnebre:

Gracias por estar aquí. Nuestra madre ha muerto.
La vida es efímera. Aunque, a veces, las horas nos parezcan tan largas, la vida dura poco. Es como un soplo.
Gracias por venir a rendir un homenaje a una mujer que se ha comido la vida hasta el último momento, hasta cuando el cuerpo ya no le daba más de sí. Ella ha vivido toda la vida con ganas de vivir, hasta más de los ciento veinte años, decía, por no decir un tiempo interminable. Incluso, en esos incontables años, la vida, misteriosamente, continuaría siendo nada más que un soplo, algo que nos sorprende siendo y que se va sin saber cómo ni por qué, entre un insondable microcosmos y el universo inabarcable.
Benatae la vió moverse, pluriforme y vivaracha, desde los pinos de Peñalta hasta los olivos de enfrente. Fué madre en Puente Génave, junto al Guadalimar y, de nuevo en Benatae, primeriza de mellizos, panadera, modista y maestra en todas las artes de la casa. Una vez en Barcelona, alegraba sus quehaceres con las canciones de Carmen Morey y Pepe Blanco cuando no arrastraba bultos y controlaba a dos chiquillos desinquietos subiendo desde Fabra y Puig hasta el Turó de la Peira, exhibiendo su alegría de vivir.
Acaba de cumplir esta vida en Pineda de Mar, ese remanso con Calella donde se ha multiplicado hasta sentir a su alrededor juguetear hasta sus nietos y biznietos.
Ella ha enriquecido esta tierra con la convicción de sorber su mar, su aire y su cielo soleado con la gracia y sabiduría que han macerado sus años artesanos, y que ha prolongado hasta sus últimos momentos, cuando, al tener que tragar un medicamento amargo, por ejemplo, no dejó sus sabias ocurrencias: Tienes que llevar lo amargo hasta el galillo. "Que del galillo hasta abajo, lo mismo da pollo que ajo". O aquella plegaria y convicción con la que se dirigía a su marido, Benedicto, ya en el otro lado, "espéranos en el cielo, Benedicto, pero, sentao" (que de pie te vas cansar).
Espéranos tú, ahora, en el cielo, que si tú lo alegras, será bueno ir a estar contigo.
Que Dios bendiga a todos cuantos han venido hasta aquí y a cuantos se acuerdan de ella. Que el Señor nos bendiga a todos en este momento intenso y misterioso de la vida. Gracias.


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