Luis Alberto de Cuenca es muchos hombres simultáneamente. Poeta y traductor de los clásicos, ex secretario de Estado de Cultura, rockero, amante del cómic y académico de la Historia. La suya, por amplitud de miras, sabiduría y audacia, es una trayectoria inaudita en el retablo de la envidia española. Último o penúltimo mohicano de una forma de estar en el mundo incompatible con la corrección política, el dogmatismo y la vulgaridad, navega a la contra sin perder la elegancia.
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