sábado, 24 de enero de 2009

ZP se siente el auriga del mito de Platón, alma divina

e inmortal (ejecutivo sublimado en él, autócrata adolescente) que debe controlar sus tripas, alma perecedera (legislativo) y sus pasiones igualmente sometidas a lo contingente como la arbitrariedad de la ley sometida al Gran Timonel (bufo poder judicial).

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