monumentos a dioses antiguos, sino como la mujer de Lot, cristalizados por nuestra cara dura y nuestras Sodomas y Gomorras políticas. Hacemos decretos sin tener ni idea y los deshacemos sin vergüenza por disparatados, aprovechando para atribuirnos las virtudes de capacidad de rectificación, atención a nuestros fieles y buen talante. Lo nuestro son ritos tribales para que entren en trance nuestros devotos y nosotros rostros de cemento armado a quienes les da lo mismo ocho que ochenta. Encima, vienen en peregrinación a celebrar nuestros sacrilegios y mentiras. ¿La democracia? Y eso ¿qué es? Mientras traguen nuestras bolas viviremos para siempre como dioses.
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