en Madrid (Lissavetzky y La Trini), se entrega a las elecciones primarias con la convicción de su radical compromiso con los madrileños, sobre la confianza y la fuerza de la democracia interna en la Federación Socialista Madrileña, mientras humillan a su admirado secretario general y también candidato, abandonado por el aparato del partido.
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