jueves, 16 de octubre de 2008

Ingrid Betancourt vuelve al dialoguito cursílón y

quintacolumnista, misionera de la claudicación en nombre de una paz ilusa. No recuerda que quien la salvó fué la democracia colombiana por medio de su ejército. En una democracia todos los constituyentes somos iguales. Jamás la violencia puede ser premiada y menos imponer su voluntad. El único ámbito de diálogo es la ley. Todo lo demás es sometimiento y autodesprecio, características del esclavismo. La beatería de Ingrid, a parte del agitpro para la guerrilla y por tanto constituida en sordo colaboracionismo, ignora la dignidad de la condición de ciudadano. Sólo desde la ciudadanía se puede ser generoso.

No hay comentarios: