La que me sangra es la de los políticos fantasmas atracadores, malversadores y tramposos, esos viejos oportunistas que nos enredan con renovadas historias en las que se pierden los ciudadanos, libres e iguales, desamparados legalmente en beneficio de los canallas que votaron y de su recurso victimal. La deuda histórica más triste es la que nos debe el marraneo consentidor de la miseria moral que nos atropella o de sus devotos tragadores.
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