exhibiendo fatuidad y una personalidad inane, buscando un vergonzoso protagonismo que conseguiría con una foto con Obama al que persiguió y sonrió desesperadamente. Para ZP la política no es más que un negocio de mercadillo. Una extraña vanidad de conseguidor lo atrae hacia la única gloria que puede pretender y entiende, mantener el chiringuito. Con su habilidad de baboso meritorio degrada la política y pretende distraer a los españoles de la gravedad de la situación económica que él se empeña con obstinada torpeza en deteriorar mientras cree tapar su incompetencia.
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