Al ir descubriendo las huellas de los siglos XV y XVI segovianos, fui a dar con la antigua Sinagoga Mayor hoy iglesia del Corpus Christi y con la miseria del corazón humano, cuya mezquindad me avergüenza, como sefardí, mozárabe, cristiano y, siempre, marrano de las más extrañas suertes. ¡Cuánta miseria hasta el sacrilegio, la simonía y la más cruel de las torturas, por conseguir los bienes ajenos. Cuentan que en el año 1410 el sacristán de la iglesia de San Facundo, endeudado, acudió a pedir un préstamo a un médico judío. Éste le pidió a cambio una hostia consagrada. Sucedió la transacción en la calle llamada hoy del Malconsejo. Reunidos unos judíos en la sinagoga, decidieron arrojar la hostia consagrada en un caldero de agua hirviendo puesto al fuego. Pero,mientras la forma se detenía en el aire, la sinagoga empezó a temblar y se abrió un muro por donde salió el cuerpo de Cristo hasta el monasterio de Santa Cruz, haciendo un pequeño agujero, imposible de tapar, en la puerta.
Otro cuento dice que, aterrados aquellos profanadores, quisieron devolver la forma. Pero, se armó tal alboroto que, incluso la reina Leonor de Lancaster, a la sazón allí, ordenó el castigo y el desmembramiento de los sacrílegos.Desde entonces, la sinagoga se convirtió en templo. Hoy con más turistas que fieles.
Del chisme al mito y la leyenda sólo hay una ambición de poder totalitario que nada tiene que ver con los discretos pasos de la verdad y de la luz.
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