arrebato, prefiere ahorcar por la lengua a los niños, humillarlos, someterlos a las cámaras de gas del agobio de la imposición y el autodesprecio, al exterminio, si no acatan su tiránico y miserable capricho de obligarles a hablar catalán. Conseguirá él y sus secuaces que los ciudadanos acaben odiando no sólo el catalán sino a sus verdugos.
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