Términi (adonde fui a concretar viajes a Florencia y Fiumicino y, luego, a trazar el mejor camino a la gran Sinagoga de Roma y al antiguo Gueto) hasta la Vía Adriana. Muchos kilómetros entre las maravillas colosales, las iglesias y basílicas cardenalicias, los puentes, corsi y vícolos, los gatos, los marginados y las amadas sombras de Roma. Por cierto, entrando en la Vía della Conciliazione, una indigente, dispuesta para el sueño entre cartones bajo unos oscuros arbustos, dijo al que caminaba por allí cualquiera sabe qué y que, al ignorarla, empezó a gritar "figlio de puttana, porco cane, diávolo, maledetto tra i maledetti..." que me hizo saltar corriendo como si un destino miserable fuera a perseguirme y me diera cuenta que era yo el único que pasaba por allí.
En la plaza de San Pedro estaban encendidas todavía las habitaciones papales. Jugaban unos niños disparatados con sus padres en la inmensa plaza y las columnas colosales.
Después de Santo Ufficio, aproveché para una pizza speciale y una birra italiana. Buena. Extrañamente agradables las chinas de 66,6cl. de las últimas cenas en el único restaurante cercano al hotel.
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