sábado, 20 de marzo de 2010

Nunca nadie pudo imaginar la locura de que,

p0r el aire, cómodamente sentado en una alfombra de fuego y metal, pudiera hacer mi Camino de Santiago desde Tenerife. Aquí estoy entre las huellas de millones de peregrinos que ansiaban, cercana, la presencia del apóstol señalando el camino de las estrellas y de la misericordia. Henos aquí polvo, entre arena y piedras, seroja de soportales y susurros de melancolía entre la lluvia tenue e imprevisible, con el exilio en el alma, hijos de Eva, y el Concierto para piano y orquesta nº 2 de Camille Saint-Saëns, de fondo, tocado por maravillosas manos.

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