Humillamos a los pobres y desgraciados ciudadanos, sobre todo a los charnegos que nos han sostenido siempre con su sacrificio, su trabajo y su vida (aunque deben existir porque vivimos a costa de ellos, deben despreciarse a si mismos y como si no existieran). Los sometemos a la esclavitud de nuestras seducciones y mentiras. Les negamos sus derechos individuales. Los perseguimos si no se rinden a nuestros caprichos. Nos calientan los pies y nuestros avaros bolsillos con su aliento desesperado. Nos limpiamos el culo con la ley y su reclamo de transparencia, de libertad, igualdad y fraternidad. Se continúan creyendo nuestros embustes mientras engorda el termitero y vive cada vez mejor a costa de tanto enredo. Ya sabemos que la democracia burguesa está hecha para que los ladrones e incompetentes acaparemos y abusemos del poder sobre el atropello y el desprecio de los ciudadanos. Qué sería de nosotros si no pudiéramos mantener esta pantomima. Si el Estatuto es constitucional, el atropello es un acto de caridad.
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