miércoles, 8 de febrero de 2012

He vuelto al desván de Toni Tàpies a hacer ejercicios

espirituales. Delante de mí la obra de nuestro Parsifal con pinceles.  Valoro como él la reflexión de Buñuel de que "nuestra única dignidad es la nada". Son evidencias del vacío que produce la miseria humana, como el impacto de su encuentro con las tapias vomitadas y turbias de los suburbios de Barcelona. Apenas atisva sin embargo, la verdad superior, nerviosa y austera, presente entre la niebla y los últimos carros tirados por caballos sin ser de muertos, de los sobrevividores de pan y hambre y de su ser divino y prometedor, el bullicio febril de la inmigración como en mi barrio, el Turó:
el impulso encajonado de la vida:
luciérnaga en el tiempo:
sobre sus propios destinos:
y sus mecanismos diversos:
La vida no es sólo un pastiche:
ni una sentencia ineludible:
ni un engranaje desalmado:
es una pregunta respondiéndose:
con referencias y ojos: 
en la disgregación de cada día:
y una esperanza incierta.

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