su mejor promesa. Esto leo en la revista digital HISPANIDAD:
entre el genocidio y la evangelización.
“Servicio, jerarquía y hermandad en lugar libertad, igualdad y fraternidad”. Esas eran, según Ramiro de Maeztu (Defensa de la Hispanidad) las palabras que oponían el ideal hispano al de la revolución francesa. Porque la libertad es para utilizarla, no para conservarla en formol. Y España utilizó su libertad para servir, para evangelizar América. A cambio, ahora en Venezuelahablan del Día de la Resistencia Indígena y enArgentina Día de la Diversidad Cultural, miren ustedes lo horteras que nos hemos vuelto.
Y más de Maeztu: “América no fue descubierta por el progreso de las artes de navegación, no por la codicia, sino por el convencimiento de que los habitantes de sus tierras ignotas podían salvarse lo mismo que nosotros”. Naturalmente que la colonización española de América tuvo exceso: la hacían hombres. Pero no tuvo nada que ver con la colonización británica. La diferencia es clara:existe la raza hispana, no existe la raza anglo-norteamericana. Los actuales habitantes de Iberoamérica son descendientes de los españoles, quienes se casaron con las indígenas. Los actuales habitantes de Estados Unidos son los descendientes de los pioneros ingleses que eliminaron a los aborígenes y se asentaron en sus tierras.
Y todo ello ocurrió por lo que asegura Maeztu en su mencionada obra cumbre -recopilación de artículos, por cierto-, un ensayo sin el que no se puede comprender el mundo moderno. Sí, los ingleses hicieron un genocidio y los españoles una evangelización. Y esto porque el catolicismo español -alianza de trono y altar- dejó claro a los colonizadores que no existen seres inferiores, sino que por todos, españoles e indios, el hijo de Dios hecho hombre murió en una cruz. El Codicilo de Isabel la Católica en defensa de los indios marcó el camino y el propio descubridor, Cristóbal Colón, fue juzgado por esclavizar a los aborígenes.
España debe estar orgullosa de su tarea en América: lo más grande que ha hecho jamás. Y debe estar orgullosa de su fe cristiana, que le impulsó a hacerlo.
Eulogio López
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