y fraternidad deben movilizarse y decir: "¡No en mi nombre!". Los terroristas del viernes por la noche han atacado a una forma, una cultura y una alegría de vivir. Un partido de fútbol, un concierto de rock, un restaurante, un bar, un café y luego la calle; es decir, la vida cotidiana de los parisienses que salen la víspera del fin de semana para tomar el aire, divertirse, aprender o informarse sobre lo que les interesa. Y es esa vida, con sus pequeños hábitos y rutinas, sus alegrías inocentes, sus amistades en común, sus cosas y sentimientos que compartir, los que estos individuos han querido asesinar, como los del pasado enero intentaron asesinar la libertad de expresarse, de escribir, de dibujar, de reírse de todo incluido lo sagrado. (LA VANGUARDIA)
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