lunes, 30 de noviembre de 2015

Un chicharrero en la Corte del rey Arturo

como apoderado en las elecciones al Parlament de Catalunya, el 27S. Yo estuve allí. Como apoderado de un partido emergente, Ciudadanos. Sensato y laboriosamente emergente. Acabando de entregar las copias de las actas de las Elecciones del 27S de 2015 en la Central del Partido (Balmes, 191), volvieron a mi mente, otra vez,  las distintas imágenes y emociones que pude vivir y compartir tras una intensa campaña electoral. El Centro al que fui destinado estaba en Nou Barris. Mi barrio de pequeño. Había cuatro mesas con un presidente y dos vocales y una serie de apoderados de distintos partidos: Junts pel sí (CDC, ERC y representantes de movimientos ciudadanos), Catalunya sí que es pot (ICV-EUiA, Podemos y Equo), PSC, PP, C's, la CUP, y Unió. También optan en las cuatro provincias catalanas tres formaciones extraparlamentarias menores: Los animalistas del Pacma, Recortes Cero-Els Verds y Guanyem Catalunya.


Las votaciones se fueron desarrollando con normalidad y con una novedad, la gente se apelotonaba en largas colas para votar. Nadie había previsto tanta afluencia. La participación de mis vecinos fue extraordinaria. Aunque eran unas votaciones a la Comunidad Autónoma, sin embargo fueron tratadas por unos, como plebiscitarias y por otros, según me confiesa alguien que no solía votar en las autonómicas, como la forma de parar la arrogancia de los diseños independentistas. Y eso podía atentar a la propia identidad como español y a sus derechos, iguales como a los del resto de España. España, la palabra España, es el talismán que en Cataluña a muchos nos garantiza sentirnos libres e iguales. Me añade que habrían de pasar sobre su cadáver. Tuve la oportunidad de conversar con el representante del decadente PSC (una estafa, me comenta otro vecino de la escalera cuya madre procede de Córdoba. "Estos vinieron a salvar a los pobres para hacerse ricos". Mira el Montilla qué espabilao). El apoderado socialista era un hombre avezado y comprometido con un partido que perdió, en beneficio de Ciudadanos, la primacía que siempre había tenido y ostentado en aquel barrio de inmigración y obrero. La chica de la CUP era una politóloga que acababa de salir de la universidad, sin adscripción política, según me dijo, tras preguntarle dónde llevaba la zapatilla escondida para asestarnos a los españoles  numantinos -así se nos queda el cuerpo ante las amenazas y ferocidad de los de las CUP y su "liberación-de-los-pueblos-jé-jé". No tenía el perfil de Fernández el de la chancleta. Más bien, era una joven frágil, de mirada soñadora y entre sueños, que, además, se llamaba Dulce. Ella y su nombre ¿de estética progre y deliciosamente pacifista?, parecía no necesitar el patronazgo de santo alguno, si acaso, de un patrono. El de las CUP, claro. Tal vez la fiereza de las CUP intente promover la increible absoluta certeza de sus convicciones, extremo que acaba en flatulencia cuando no se tienen o no son más que bravatas. Cuanto más irracional más belicosa. La acompañarían y sustituirían luego. Hablé confiadamente con los apoderados del PP, auténticos mártires, en su soledad de españolidad minuciosamentr desertificada ante un nacionalismo al que se le ha permitido infatuarse impunemente... El de "Junts pel si" (Junts pel 3%, decíamos nosotros) era un señor aproximándose a ser mayor, que quiso evangelizarme, atraído por mi condición de "chicharrero en la Corte del rey Arturo" y, por tanto, al parecer, un especimen apto para la catequesis nacionalista. Me dice, "qué suerte tenemos de ser testigos de una revolución emergente. Todo un pueblo se alza reclamando su identidad, Cataluña. Un millón y medio de personas"... "Ya serán cuatrocientas mil", añado, raudo, para que se posicione en un terreno ya abonado y bien lejano a sus ideas. Para quienes creemos que todos los hombres somos libres e iguales, el nacionalismo es un movimiento reaccionario, le dije. Todo estado de derecho fundado en la voluntad democrática de sus ciudadanos, es un bien moral que se encarna en una constitución, en las normas que ellos mismos se han dado para una convivencia mejor. Nunca se puede caer en la tentación ternurista de seducir a un ciudadano por tener costumbres y folclore común, el mismo terruño, una lengua particular o con un bocata. Hay que devolverle su derecho de ciudadanía, que sea el responsable de su vida democrática y de la convivencia . Desde ahí, sólo queda progresar en la autentificación de la democracia. Sin enredos territoriales ni las pretendidas independencias de señoritos mimados ni de miñonas. El único territorio de  la democracia, aproveché el acercamiento de uno de ICV para recurrir al incontestable discurso ético, es la voluntad de los ciudadanos, libres e iguales, que desean compartir con todos los hombres. Otras referencias son estrategias para el privilegio. Una cosa son las legítimas metafísicas e interpretaciones del mundo que tenga cada uno o quienes quieran y otra, muy específica, la regulación de su convivencia, entre hombres libres e iguales en el ámbito y alcance compartido. 
- Ese es un recital poético y ternurista que no se cree ni usted mismo, rezongó, obstinado, el renovado Anteo nacionalista de Junts pel si, pegado a su madre tierra, hecho a la subvención y al calorcito del rebaño o a sus estremecimientos infantiles con las caramellas.
- Haber llegado a este nivel ético supone la superación de la ley de la selva, la del más fuerte y la de la tribu, estructura que todavía no reconoce la igualdad y la libertad de los hombres ante la ley, me sale un acelerado resumen de ética política, y sñado que el pacto social roussoniano tendrá como horizonte la ley de la conciencia y su universalización, según Kant, donde se reconoce la posibilidad de unos principios que garanticen la libertad e igualdad de todos los hombres en cualquier tiempo y lugar. El imperativo categórico de la razón práctica, ¿se acuerda?
- Volvemos con la cartilla, me replica. 
- La política no es más que poder y su alcance, incluso a cualquier precio, tercia el de Podemos. 
- No para todo el mundo, contesto.
- Bueno, pero vosotros ¿qué sois, de izquierdas o de derechas?, me dice Dulce que había aparecido cuando el de Mas y Junqueras se había ido.
- Te invito a un café y te cuento, después de superar tu decimonónica y evangélica pregunta, a ver si somos de los buenos o de los malos. El tripartito (PSC, ERC y EV) estaba siendo un fracaso en acabar con la imposición nacionalista, así que, ya en 2005 formamos una Asociación por la Ciudadanía y en el 2006 empezamos a organizarnos como partido. Recuerdo el desbordante entusiasmo del Tívoli y la genial dirección de escena de Albert Boadella (salgo en el video). Recuerdo mi participación en la elaboracion del ideario de Ciudadanos y las primeras votaciones y elecciones con listas abiertas. Nosotros quisimos defender la apuesta por las libertades públicas (un liberalismo moderno, responsable y creativo) y por el compromiso social, promotor de una mayor y mejor libertad e igualdad entre los ciudadanos.
- Eso es una melé. 
- Eso es modernidad. No estamos en el siglo XIX. Creemos poder actualizar lo mejor de la teoría liberal y de la utopía socialista. Todos hemos debido aprender de la historia de nuestras ideologías, sus ilusiones, deficiencias y fracasos.
- Vosotros defendéis a los ricos y nosotros a los pobres, me contesta dulcemente Dulce, olvidándose de sus estudios de historia de las ideas y de la economía y de los proyectos reales y concretos de transformación.
- La política es novedad y atrevimiento, pero tenemos claros los criterios de análisis, de priorización y de actuación desde un análisis técnico riguroso en actualización permanente. 
- Ese es un rollo muy bonito. Casi me convences. Al final, con vuestra puridad ideológica, tan moderna, modales y estilo, no sois más que una nueva cara de la derecha. A ver cuántos se van a regir por teorías tan elitistas y vacías de contenido.
- Surgimos en nombre de la regeneración democrática y del fracaso de los grandes partidos y, particularmente en Cataluña, por la rendición del tripartito, de esa izquierda tan gallarda Y obnubilante, al nacionalismo. Si los grandes partidos hubieran funcionado bien, Ciudadanos no habría sido necesario.
- Ahora, parecéis imprescindibles.
- La gente empieza a contar con nosotros. Llevamos caminando bastante tiempo por necesidad e ideales y sin apenas tocar poder.
- Cuando os acerquéis a él, ya veréis lo que es la corrupción, los oportunistas, los adosados, los manipuladores, los facciosos y sectarios, los zorros, los lobitos con piel de cordero, las hienas...
- Con qué jauría de depredadores y carroñeros nos imaginas, Dulce, tan poco dulce, ahora. Eso es un riesgo que tiene todo poder. Cada vez más controlado en sociedades avanzadas.
- Nosotros hablando tan ricamente aquí y, luego, no podremos ni tratarnos políticamente.
- Como comprenderás, uno de nuestros principios es no pactar con partidos nacionalistas porque quiebran el sentido radical de la democracia, hecha por hombres libres e iguales y no definidos por sus territorios de pertenencia, y menos con la CUP que sois "filoterroristas"  proetarras porque mantenéis el derecho a la dictadura del proletariado en nombre del derecho de emergencia y autodeterminación de los pueblos. Es delirante esa imagen entre horcas, hoces, arcabuces y sermones apocalípticos y, al mismo tiempo, con requerimientos buenistas y mesiánicos ("cuando lleguemos al poder todo será chachi"). Encima, en muchos casos, sin saber hacer la o con un canuto y dejando para luego las incontables bolsas de la cueva de ladrones de los Pujol.
- Las cosas no son tan ridículas.
- Debemos impedir que sean así.
- Oye, vamos a la sede, que otros querrán tomarse algo. 
- Vale.

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