Primero, porque el asunto no es gracioso aunque parezca un esperpento, una farsa bufa, un sainete. Está en juego una parte sustancial de la estabilidad del Estado y los jugadores son tahúres de muy poca confianza. Segundo, porque toda calamidad es susceptible de empeorar (ley de Murphy) y aún existe la posibilidad seria de que Mas acabe resultando un estadista comparado con los que pueden sucederle; conviene esperar el desenlace antes de tomarlo a chacota. Y tercero, sobre todo, porque si te parece divertida esa colección de desatinos, esa cadena de disparates políticos y chantajes de barraca, espera a ver qué pasa...
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