miércoles, 23 de marzo de 2016

El ALBIAC incisivo y contundente sobre el Islam.

 «Ma­tad­los don­de los en­con­tréis… Tal es la re­tri­bu­ción de los in­cré­du­los» (Co­rán, II, 191). En Pa­rís el año pa­sa­do, en Bru­se­las aho­ra. Son in­cré­du­los: me­nos que es­tiér­col. «Ma­tad a los po­li­teís­tas, do­quie­ra que los ha­lléis» (Co­rán, IX, 5). El enemi­go de Eu­ro­pa es­tá ya den­tro. No sir­ven las mu­ra­llas: Re­fu­gees, Wel­co­me…, ne­ce­dad y re­tó­ri­ca. Hoy, la UE abri­ga a vein­te mi­llo­nes de mu­sul­ma­nes. Y el is­lam no se pa­re­ce a nin­gún otro mo­no­teís­mo. Ju­díos y cris­tia­nos se asien­tan so­bre la exé­ge­sis de un tex­to ins­pi­ra­do. El is­lam, no. El Co­rán, que exis­te eter­na­men­te jun­to a Alá, es por Alá dic­ta­do en una so­la oper ación y a un so­lo co­pis­ta. No ad­mi­te in­ter­pre­ta­ción. Se re­pi­te y se apli­ca. Li­te­ral­men­te. El Co­rán no se lee; se re­ci­ta. Sin que una so­la til­de pue­da ser al­te­ra­da. No ple­gar­se a su man­da­to se pa­ga con la muer­te.(ABC)

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