viernes, 25 de marzo de 2016

El Cruiff, al que veía entrenar camino a la Facultad

con curiosidad y desmayo, ha muerto..."Cruyff fue uno de los nues­tros. Es­tu­vo siem­pre a fa­vor de nues­tra fe­li­ci­dad, y to­do lo que hi­zo y di­jo y en­se­ñó a ha­cer fue una ma­ra­vi­llo­sa cons­pi­ra­ción pa­ra que es­tu­vié­ra­mos con­ten­tos. En el cen­tro de su ser es­ta­ba la ale­gría. ... Con las dos Li­gas de Te­ne­ri­fe, y la del pe­nal­ti de Dju­kic, apren­di­mos a de­jar de que­jar­nos y a en­ten­der que la suer­te es­ta­ría de nues­tra par­te si sa­bía­mos son­reír. Él nos en­se­ñó a con­fiar en el ta­len­to y a ga­nar, y a co­ser un re­la­to con el de­seo de un mun­do me­jor ha­llan­do la paz en el ojo del hu­ra­cán. ... pen­sá­ba­mos que la muer­te era al­go que les ocu­rría a los de­más, pe­ro nun­ca a quien su­po ha­cer de la as­tu­cia su di­ver­sión y se bur­ló de to­do lo que po­día ha­cer­le da­ño. Por ello, de to­dos los sen­ti­mien­tos por la muer­te de Cruyff, uno pre­va­le­ce por en­ci­ma de cual­quier otro: y es que con él se ago­ta nues­tra úl­ti­ma es­pe­ran­za de vi­vir pa­ra siem­pre..."

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