han sido celebrados en todas las culturas. En nuestro tiempo, mucha gente actúa con la superficialidad vulgar del "muerto al hollo y el vivo al bollo". La psicóloga Cristina Llagostera reflexiona: "A menudo se intenta acelerar el momento de la muerte, pues a los familiares les cuesta acompañar en la agonía. Esta además pierde sentido si ya no se ve como un proceso necesario para el cuerpo y el alma. El fallecido es retirado rápidamente y los allegados apenas tienen ocasión de tocar su rostro o sus manos por última vez antes de que los separe el cristal del tanatorio. El entierro se realiza muchas veces con premura, con la sensación de que acabar cuanto antes será un alivio. Pero quienes trabajamos acompañando en el duelo vemos que dar tiempo y espacio al proceso en cada uno de sus momentos no sólo es necesario sino primordial. Los rituales de despedida han existido en todas las épocas como una forma de honrar al difunto e integrar su pérdida. Sin embargo, nunca se han realizado con tanta rapidez ni tan desprovistos de significado". (LA VANGUARDIA).
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