A nadie le gusta, pero nadie se atreve a cambiarlo. El sistema de financiación autonómica no tiene demasiados amigos, pero muestra año a año una notable capacidad de resistencia. Los partidos catalanes le echan la culpa de la pérdida de recursos y lo ponen en los primeros puestos del memorial de agravios que, aseguran, les empujan a pedir la independencia. Enfrente, son muchos los que le acusan de lo contrario: de ser un modelo creado por y para contentar al nacionalismo catalán, aún a costa de generar injusticias para el resto de España.
Este martes, se reúne la Conferencia de Presidentes y la reforma del sistema de financiación de las CCAA encabeza la lista de tareas pendientes. No será sencillo, pero flota en el aire la sensación de que es ahora o nunca.
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