Malena. Juega con sus amiguitos y con sus abuelos. Mientras, su madre, Ana, no sólo guarda todas esas cosas en el corazón sino que le escribe cartas y le hace un diario. Esto no es un sueño. Es la certeza y la confianza de que para todos los niños del mundo y para todos los hombres, sobre todo los más abandonados y solos, los que no tienen donde caerse muertos, existe la posibilidad de soñar que alguien nos sueña tan dedicada y amorosamente como lo hace Ana, con la ilusión de que ni un solo pelo de nuestra cabeza es ignorado por quien enloquece de amor por nosotros. No nos queda otro remedio que ser reflejos de ese sueño. De todos modos, quien vive en Jesús y María (Sta. Cruz) es el menda. ¡Felicidades!
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