contar sus dedos. Me llamaron "Bambi". Todos se han dado cuenta de que al alcanzar la presidencia del gobierno el Estado soy yo. Por tanto, soy dios. Ahora, sin tener mayor conocimiento, todos se rinden a mi poder, me halagan y satisfacen mis caprichos. Bueno, todos no. La Merkel es la única que me ha dicho que lo de mi abuelito es un delirio. Ahora, sólo me queda la Merkel y los generosos mercados que me sostienen y han aguantado mis locuras.
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