los ahogados". Seguí, espantado por una literatura, pastosa, rancia, reboba y sectaria (en aquello que lo sectario pudiera tener de enmascaramiento de torpeza y fatuidad) un texto -la "Música callada"- que, "ingenuas", interpretaban Ana Belén y Rosa Torres Pardo en su piano estremecedor, por cuyas notas peregriné hasta Jerez de la Frontera, Bilbao, Santa Cruz de Tenerife... Le leí, compré alguno de sus libros para evitar prejuicios y purificar mi alma... Cada vez más penosamente. Esta especie deslabazada de inquisición desde una sedicente ética, arremete contra los sucesos de frontera sin otra solución que la del fariseo y el hipócrita. Un injustificable narcisismo, gordito y fofo, flota como si estuviera en el Mar Muerto.
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