Pujol enviaba a sus hijos a pedir las comisiones a empresas en Barcelona’92. El patriarca de la trama abrió a cada hijo una cuenta en Andorra para que las empresas ingresaran el dinero de las «mordidas». El tanto por ciento que pedían por la concesión de una obra era superior al 3 por cien «oficial» y a veces lo duplicaba.
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