viernes, 28 de abril de 2017

Conversando con Avram Hershko, bioquímico, Nobel de Química.

 ¿Por qué la cantidad de premios Nobel judíos desborda las estadísticas?  El 26% de los premios Nobel son de origen ­judío. No es por genética, según Rita Levi- Montalcini, mi colega genetista italiana, ­también de origen judío y también Nobel.  
¿A qué se debe, pues?  A la tradición cultural judía, favorable a la lectura y el estudio, en principio del Talmud, y luego de otros saberes... Tengo por precedente mío al célebre rabino y médico de la Córdoba del siglo XII, Maimónides: expulsado de Al Ándalus por la intolerancia almohade, reposa en Tiberíades, en Israel. 
¿Cómo es la vida de un premio Nobel?  Dedico unas cinco horas diarias al estudio y la investigación, ¡es mi pasión y mi recreo! Y así seguiré toda la vida: ¡es muy divertido!  
¿Cuál es su secreto?  La curiosidad, que sigue intacta. Y mientras siga siendo curioso, todo avanzará: investigaré, viajaré, daré conferencias...  
Deme un consejo que tonifique mi bioquímica cerebral.  Nada más estimulante para el cerebro que una buena conversación: rodéate de inter­locutores interesantes, que te motiven, y te brindarán una conversación excitante. 
 Eso, eso, con brindis.  La alegría es muy estimulante, desde luego.  
¿Qué debe tener un buen investigador científico?  Se le supone inteligencia, tenacidad y curiosidad. Y debe querer entender problemas para resolverlos, más allá del beneficio económico que eso pueda o no reportarle. Y debería tener algo más.  
¿Qué?  Un alto umbral de frustración, para no desalentarse ante sucesivos y continuados fracasos. Es imprescindible: sin esto... ¡mejor dedícate a otra cosa!

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