Pedraz, entretenido en asuntos de la justicia universal, mira hacia otro lado y, en nombre de la libertad de expresión, decide que no sea punible la exaltación de terroristas y que, en última instancia, es un asunto que no le compete,
el rapsoda Urkullu dice que no es para tanto y se queja de no poder coger tantas nueces como antes, así que convoca a su parroquia a darle al victimismo y a la lamentación que, a lo mejor, "pillan" todavía a un López tan blandito como quiera o necesite su inmoral patroncito ZP;
al ministro Gabilondo no le duelen prendas en reconocer el acierto de Aznar en su política intransigente contra ETA, pero olvida el terrorismo de baja intensidad que se aplica y él bendice con el atropello de la Constitución, "discutida y discutible", y de los derechos individuales como el de la lengua común y materna; el metafísico acaba reconociendo con su amito ZP que nada es verdad ni es mentira... que el asunto es mantenerse en el poder "como sea".
ZP manifiesta -con su voz hueca y bobosolemne- su repulsa a estos criminales de una Eta mala; pero, sobre un posible nuevo horizonte con la Eta buena... (Cantabile: qué será, será, lo que sea ya sonará...).El infatuado ZP continúa el patinaje artístico sobre su disquito de mentiras y autoengaños: Los terroristas serán detenidos, serán condenados y pasarán su vida en la cárcel...
Ciudadano: ¿Como De Juana Chaos, los Terneras y los legítimos de ANV? ¿Qué pasa con los escarceos y los vínculos miserables con el nacionalismo antiespañol y los beneficiarios del terrorismo de alta, baja e hipócrita intensidad?
ZP: He dado instrucciones a las Fuerzas de Seguridad para que extremen al máximo la vigilancia, redoblen su entrega, incrementen aún más su esfuerzo y también para que se protejan de estos viles asesinos. Gracias a que La Guardia Civil no se queja (si lo hace la machacamos) dejamos a sus números a su suerte, sin protección ni recursos, sin balas ni gasolina, con unos sueldos de pena y mi amiguete Carod puede gastar en embajaditas y en nepotismo sus millones, yo tener asesores-turiferario que no dan clavo, fantoms, ministerios inútiles, viajes y criados, caprichos, protegidos, Cajas despilfarradoras y frivolonas para ladrones de guante blanco, rojillo o lila, agujeros negros, fondos de mierda, subsidiados, exhibicionismo hortera, agitación y propaganda bien huntada...
Ciudadanos: ¿De qué vas, desgraciado? ¡Vétete ya!

































que protege y abraza una ordenada Barcelona a sus pies.
A la izquierda está el enmudecido Carmelo y el Turó de la Peira y más allá las tres torres de la bóbila de San Adrián del Besós; al frente, emergen los rascacielos de la Villa Olímpica, el barrio gótico, el puerto y Colón y, en medio de la ciudad la torre Agbar,
la Monumental de los últimos triunfos de José Tomás,


y la ciudad univertaria. Desde el metro Diagonal (clave del Eixample y del pueblo, ya barrio, de Gracia), inicio mi paseo hacia el mar (Paseo por el amor y la muerte de Huston hacia la Libertad con el Amor prometido), unas veces por la Rambla de Cataluña y otras por el Paseo de Gracia (de subida o de bajada, uno u otro, indistintamente), hornamentado de modernismo -evoco siempre a su iluminado patrón Gaudí, en otro tiempo despreciado por las mismas ratas que ahora se benefician de su recuerdo?- y atropellado por un tranvía); embebido yo de gentes, tiendas y terrazas, renuevo la Pedrera,
y sus japoneses en cola, cámara digital en ristre, hasta llegar a la plaza de Cataluña, la FNAC, el Suizo, el Corte Inglés, las Ramblas y la fuente de Canaletas.
Los quioscos con sus turistas arremolinados, la querida calle de Santa Ana y su recoleta Iglesia Mayor, con su claustro muy particular,
y nos encamina hacia la Catedral
y el barrio gótico a la izquierda o, indistintamente, hacia la plaza de S.José Oriol, a la derecha, con su conocida imagen de D. Ángel Guimerá
y, junta, la plaza de Santa María del Pi (aquella paz de beso, todavía virgen, sublimado),
lugar íntimo de oración y promesas. Unas veces, tantas, por Petrixol o las galerías Maldá
que tantas veces cogí para ir a la Biblioteca de Cataluña no sin pasar por la pesa pública (62 kilos de mi juventud).












