Vamos a pasear la Vía Nationale, dejando abajo San Vitale
hasta el Angelicum y los Foros Romanos con la columna de Trajano y el Coliseo al fondo. Nos acercamos más a aquellas majestuosas ruinas,
con la Cárcel Mamertina en su inicio, donde Pedro y Pablo estuvieron detenidos, y al fondo los Arcos de Tito y Constantino.
Subimos al Campidoglio,contemplamos el Ara Coeli y, sorteando los coches, nos adentramos por familiares, concurridas y antiquísimas callejas hasta Campo dei Fiori, lugar de la subversión, siempre cercana,
con el monumento a Giordano Bruno, atrevido monje quemado por la estupidez. Cruzamos la vía Vittorio Emmanuele II. Llueve algo más. Las trattorie, pizzerie, gelaterie sorprenden a los visitantes y nos entretienen con sabores únicos y compartida fruición. Cruzamos por el puente de Michelangelo con el Castello al fondo. Vamos por la Vía della Conciliazione a la plaza de San Pedro. Allí se arraciman las gentes más diversas con indudable fervor. El cardenal Amigo, arzobispo de Sevilla, pasa junto a nosotros, siempre majestuoso.
La columnata de San Pedro en abrazo acogedor, el obelisco, la basílica y la gran fábrica que esconde los Museos Vaticanos, la residencia del Papa, la capilla Sextina…, continúan siendo testigos de la necesidad y la ilusión de los peregrinos. Es hora de retirarnos. Roma continúa siendo una ciudad saludable, hemos acabado rendidos y con algún kilo menos. Los ejercicios cardiovasculares que exige recorrerla, han dejado una huella que agradecerá el descanso.
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