lunes, 24 de enero de 2011

El magnánimo corazón de ZP se reitera en la entrega

a ese grupo rojo y femenino singular (como el PIB es másculino, Leire dixit), antifranquista como su abuelo (?), revolucionario como el Ché, promotor de un federalismo a sangre y fuego o de menesterosos con amito taifón, heróica y equivocada parte de un conflicto con derecho a diálogo para decidir nuestro futuro en común. ZP todavía sueña con unas filigranas mágicas que hagan posible la paz entre víctimas y verdugos gracias a sus manos prodigiosas, aunque se premie el terrorismo con el derecho a la negociación y, sobre todo, sueña con que lo recuerden como el Gran Pacificador. Además. él sabe que la banda no dejará las armas sin contraprestaciones, entre ellas el reconocimiento de su función mesiánica, condición que convertiría en divina la de ZP.

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