lunes, 14 de septiembre de 2015

José García Domínguez: EL CUENTO DE LAS

AUTOPISTAS.  El independentismo catalán de finales del año 15 del siglo XXI sigue siendo tan perfectamente romántico, identitario, xenófobo, supremacista, atolondrado, sentimental y cursi como hace cien años; exactamente igual. Nada nuevo bajo el Sol (salvo el 3%). Ninguna diferencia estadísticamente significativa se puede encontrar entre la ideología profunda de un Joan Tardà, una Carme Forcadell o un Felip Puig y, pongamos por caso, un Miquel Badia, el legendario caudillo popular de Estat Català cuando la República. Se antojan desconcertantemente idénticos. Para ellos, el paso del tiempo no existe...Desempólvese ... la atávica bilis antiespañola ... Junqueras es separatista porque no consigue conciliar el sueño desde que, en su más tierna infancia, tuvo noticia de que unos catalanes errados habían firmado el Compromiso de Caspe durante los estertores de la Edad Media... Son contados hoy los catalanes que todavía no se tragan la leyenda de que su territorio sufre una carencia crónica de autopistas gratuitas por culpa de la siniestra maldad de España, que pretendería de ese modo artero discriminarlos frente al resto de los habitantes de la península. Es ridículo, es disparatado, es absurdo, es demencial, pero los medios de comunicación locales lo repiten a diario, constantemente, sin cesar. Y la gente se lo cree. Compleja como suele, la verdad nada tiene que ver con el cuento. Por cierto, ese y otros embustes nacionalistas acaban de ser desenmascarados por Josep Borrell y Joan Llorach en un libro ya imprescindible, Las cuentas y los cuentos de la independencia(Catarata). 

Sucede que, en efecto, Cataluña –al igual que Galicia y el País Vasco– posee autopistas de peaje que proceden de la dictadura; autopistas construidas por la iniciativa privada cuando el Estado no podía pagarlas por falta de dinero... Ergo, se trazaron únicamente allí donde fuesen rentables para los promotores privados; para el resto, no hubo nada. Y esa nada incluía al 90% del territorio español. Por cierto, unos constructores que, en el caso de las autopistas catalanas, tenían un nombre muy identitariamente catalán. Se llamaban, y se llaman, Abertis, sociedad propiedad de La Caixa. Los catalanes, pues, pagarían peajes. Pero el resto de los españoles pagarían el pato. Y es que las autopistas privadas catalanas también las han tenido que pagar a escote todos los contribuyentes españoles, algo que jamás se explica...

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