Consuelo Madrigal no siguió en la Fiscalía General del Estado porque se negó a secundar los planes de Catalá. Sé de lo que hablo. El ministro desplegó delante de ella el organigrama de la carrera fiscal y puso el dedo índice en las casillas que el Gobierno quería renovar aprovechando el término de algunos mandatos. Luego sacó un papel, inspirado en gran parte por dos de sus consejeros más influyentes, Manuel Marchena y Emilio Frías -el primero en la Sala Segunda del Supremo y el segundo en la rebotica del ministerio- y sometió a su consideración los nombres que figuraban en él. Madrigal, con suma elegancia, eso sí, vino a decirle que se metiera el papel por la popa. Y no porque los nombres que figuraban en él fueran calamitosos -que no lo eran en absoluto-, sino porque por encima de todo debía preservar la independencia del Ministerio Público. El fuero y el huevo. Catalá o la virtud. Madrigal eligió la virtud y se quedó sin el puesto.
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