Es difícil saber lo que reside en la cabeza de Puigdemont y por qué está adoptando una actitud entre histriónica, infantil propia de protagonista de sainete. En la "biosfera catalanista" algunos sospechan preocupados que su pose quiera imitar el mito de Companys y acompañarle en los libros de historia. Ello nos sugiere buscar paralelismos entre sendos personajes. Companys fue pura contradicción en su carrera política: aristócrata rural convertido en republicano; españolista entusiasta que se pasó al catalanismo; catalanista devoto de Alcalá-Zamora, transformado en golpista contra la República. Proclamó la república catalana para dárselas de más catalanista que nadie, pues le corroía el complejo de su pasado españolista. Luego traicionó a sus compañeros de partido en aras al pacto con los anarquista de la FAI. A algunos allegados los mandó al exilio (Como Bonaventura Gassol o José María España) y a otros los entregó a los anarquistas para que los asesinaran por considerarlos competencia política (como a su amigo Rebertés).
Companys tardó 18 años en acabar su carrera de Derecho. Fue vendiendo patrimonio familiar para sufragar su disipada vida. Esta trágica trayectoria política que acabó en sangre y con un último capítulo en el Castillo de Montjuïch al ser juzgado y fusilado, se combinó con su estulticia que le hacía vivir la política como diversión camuflada de pasión. Companys llegó a Barcelona desde un pueblecito de Lérida, para estudiar derecho. Era el típico hijo de buena familia, que pronto encontró en las tertulias universitarias la excusa para no asistir a clases. Tardó 18 años en acabar su carrera de Derecho... Fue tan bien un devoto practicante del espiritismo y un masón de tercera fila. Fue un hombre, vamos, un niño mal criado y rebelde que si no se imponía su voluntad era capaz de los espectáculos más vergonzosos.
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