Batasuna quiso a mediados de los 90 comprobar si lo brutos que son era exportable como marca aunque fuera para distintas causas y abrió su primera franquicia en Cataluña bajo las siglas de la PUA (Plataforma d’Unitat d’Acció) y la coordinación de David Fernández, excandidato de la CUP al Parlament y al que en los círculos independentistas se le conocía como «el chófer de ETA» porque a pesar de no tener el permiso de conducir era el que se encargaba de acompañar a Otegi en sus visitas a Cataluña. Hay una histórica fascinación del catalanismo por el País Vasco a la que siempre hemos llamado vasquitis. Hay una Cataluña que siempre ha sido comprensiva con ETA, incluso después de Hipercor y de Ernest Lluch: así se fundó la CUP. También a los catalanes decentes nos afectaba nuestra vasquitis -muy distinta- y peregrinábamos a Arzak antes de que Ferran nos mostrara el miedo en un puñado de polvo. Lo de Anna Gabriel ayer en Vitoria toma el hilo de aquella fascinación. Pernando Barrena, Otegi, David Fernández y Anna Gabriel son muy amigos y comparten un grupo de whatsapp. La batasunización de la actual líder de la CUP es evidente desde su peinado hasta su forma de vestir, aunque políticamente se ha atrevido a mucho más que Batasuna. Durante el culebrón que acabó con la presidencia de Mas, los convergentes llamaban a los batasunos para que presionaran a los cuperos y el propio Otegi les trasladó que no entendía por qué querían cargárselo. Tu vida tiene que haberse convertido en algo verdaderamente extraordinario cuando entre tú y él, el moderado es Arnaldo. Anna Gabriel ha demostrado más audacia que sus padres fundadores pero la vasquitis permanece como una nostalgia, como una estética, como una admiración compartida por Castro y por Chávez.
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