empresas, no funcionarios. Para eso estoy yo. Tengo que crear mi corte y embajadas, mi curia y mis liturgias, enchufar a mi clientela, a mi familia y amiguetes e imponer la marca de la casa y avasallar con la auténtica lengua del imperio catalanista. Debemos impedir que los ciudadanos adquieran conciencia de su dignidad y ejerciten su poder; oponernos a que nos desenmascaren y nos abandonen como antigualla de la historia, cuentistas, estafadores y parásitos. Ya sé que lo único que importa es que el ciudadano sea cada vez más igual y libre en la búsqueda de la felicidad y en la práctica de la convivencia y que, por lo tanto, sólo debería existir un único estatuto de derechos y responsabilidades ciudadanas con transparencia y control permanente. Por la justicia y la excelencia, ¡fuera los reinos taifas y los tinglados de termitas! Pero, mientras los ciudadanos sean imbéciles y se dejen engañar, aquí estoy yo y mi parentela. Por cierto, que Rodríguez Ibarra aproveche mientras dure.
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