sábado, 30 de agosto de 2008

Las piezas de marfil, ¿son tan ajenas al delirante

ajedrez como la mano que las rige? Una democracia exige que sea el ciudadano quien defina el juego y lo controle, sin posibilitar que las fichas conviertan la apuesta por la convivencia en una trampa permanente en manos de oportunistas. Diecisiete amos, diecisiete taifas, diecisiete cortes, diecisiete satrapías, diecisiete tinglados, diecisiete mancebías.

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