No es difícil encontrar entre nosotros una especie inquisitorial y excluyente desde una autosuficiencia sedicente ética. Infringir la muerte moral con el desprecio y la exclusión es la muestra de la pervivencia de las raíces de todos los crímenes y genocidios. Aquí lo denunciamos. El oportunismo y el corazón carroñero prefieren a los adversarios como enemigos para evitar el diálogo y el esfuerzo de la confrontación como iguales y la autoculpabilización del excluido, del que, conducido al síndrome de Estocolmo o al suicidio moral, se pueda vivir plácidamente con sus despojos.
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