jueves, 14 de agosto de 2008

ZP sabía que nunca llegaría a ser Michael Phelps

porque para ganar los oros olímpicos se necesitaba estar seducido y estimulado hacia la excelencia, mucha disciplina, esfuerzo, constancia y, por tanto, ninguna arrogancia. Arrogancia a la que se acoge ZP estimulado por los enrojecidos delirios de su abuelo y los enlilados de su madre para conducirse por los caminos de las tragaderas, el escurridizo culo, el dominio de la sórdida hermandad de los oportunistas y la pasta gansa. Serán efímeros e ignominiosos pero alcanzar los oros que interesan a las urracas requiere mucho aguante y servidumbres. Ninguna excelencia.

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