Lengua. Querer justificar equidistancia y justeza o, definitivamente, enmascarar cobardía con una sesuda reflexión que se desliza exudando un vacuo, confuso y contradictorio análisis fino e intelectualidad, según se recoge en la Tercera de ABC de 31-08-2008, ha resultado pretencioso y de vergüenza ajena. No debía aparecer en ningún periódico que se precie y menos en una Tercera de ABC. Descorazonador para quienes manteníamos cierta simpatía hacia parte de su obra. Hablar de guerra de lenguas es insultante y, aparte de caer en la grosera falsedad de inventarse dos enemigos donde sólo existen víctimas y verdugos, beneficia a quienes practican la prepotencia y la miseria moral de igualar a los verdugos con el fantasma beligerante construido con ocasión de darle cuerpo guerrero a las víctimas y, por tanto, poder hablar de dos partes y de contienda. Sólo así se salva el salvador y se limpia las manos el sordo colaboracionista. Reivindicar un derecho no es ser contendiente en una guerra sino demócrata, ciudadano en ejercicio de su propia dignidad. Que la justicia incomode a los injustos, que la libertad de los esclavizados moleste a los negreros es lógico. Es descabellado desear la paz de los cementerios para evitar que se cabreen o se sientan dolidos por la desposesión de atropellos y privilegios los genocidas. No existe un ciudadano individual mítico, un individualismo cívico, un hablante abstracto justamente por su habla, por su lengua, por su particular manera de ver el mundo y compartirla con los demás. ¡Qué sofisma es ese de mantener vivos y enmascarados derechos territoriales y de cultura como si el individuo, el sujeto hablante, no fuera un sujeto dispuesto a comunicarse de la forma y con el alcance que acuerde con los demás! (Otra trampa saducea de Trías que, sorprendentemente, parece dejarle contento, incluso cuando parece deslegitimar el poder de "lengua común" del español).
Es probable que el escrito de Trías sea uno de los que acaben azuzando y atizando los peores instintos. Desde luego no serán los de quienes mantienen, contra viento y marea, incluso son beligerantes (Pérez-Reverte) contra cualquier atropello a la libertad de los ciudadanos de decir su propia palabra en el mundo, tanto sea en catalán como en castellano o en chino. Trías se ha convertido en un artillero no sólo contra el maravilloso patrimonio cultural español sino contra el derecho de los ciudadanos a recrear su propio mundo. Las cortes, aunque sean de taifas pretenciosos, suelen producir estas mixtificaciones intelectualoides. Lamentable. Pilatos se sentiría molesto por esta comparación.
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