dijo Guerra, el, en este caso, acertado maledicente. Cuando el guerracivilismo debió quedar superado en la Transición por la fraternidad y la construcción de la convivencia democrática, vuelve Carrillo a esa especie de miseria moral del enfrentamiento desde la prepotencia y el insulto, fiscal y verdugo en su memorialismo sectario. Muchos de los que gritamos en el Palacio de Deportes del EUR de Roma (1975) con Santiago Carrillo en el escenario, ¡Sí, sí, Dolores a Madrid! y nacimos después de la contienda, con las dolorosas vivencias de nuestros padres más que de sus recuerdos, quisimos ese salto como ciudadanos por una nueva convivencia. A esa voluntad nos remitimos. Santiago parece haberlo olvidado. Recomiendo leer Santiago Carrillo, el Karadzic español en el domingo, agosto 24, 2008 de José Mª Lizundia Zamalloa.
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